viernes, 21 de agosto de 2009

UNA NOCHE ESPECIAL

Una noche de las tantas que he podido contemplar. Fue presenciar mas allá de lo que el hombre pueda sentir, que ni la comprensión humana puede entender y que solo lo puede dar el mismo Dios; sí, lo incompresible, lo sobre natural.

Al terminar el culto y después de haber pasado un momento de intenso dialogo con los hermanos, ya era hora de ir a casa.

Mientras me disponía a tomar el autobús sentí una carga de nostalgia en mi ser, me quede inmóvil sin poder tomar el control de mi propio cuerpo y de mi mente (ya que estaba desconectado de este mundo por unos instantes), de pronto al reaccionar observé al mi alrededor el dolor que cubría todo el ambiente, el odio, el resentimiento, la rebeldía, el fracaso, y otras semejantes a estas, como nunca antes lo había presenciado. Mi corazón decayó en una melancolía, en un dolor profundo por lo que estaba ocurriendo.

Aborde el autobús con dirección a mi casa y mientras yo meditaba en aquel asiento del autobús, esa misma sensación que había sentido antes de subir, también lo podía presentir dentro del autobús.

Fue extraño para mí ver a las personas a mí alrededor con gran atención como nunca antes los había hecho. Pude ver que conversaban, a otros dándose caricias, abrazos y besos; niños llorar por el solo deseo de querer que sus padres les comprara alguna golosina, mientras yo los observaba me dije: “¿Por qué estoy observando a esta gente?, ¿Qué me esta sucediendo?”.

No era como otras noches, esta era especial.

De pronto un dolor mucha mas fuerte que el primero sucumbía mi ser y que se comprimía en un solo punto. En ese momento acudí al Señor, con las mismas preguntas que me hice en esos instantes; una voz sacudía mi mente con estas preguntas: “¿Qué ves en aquellas personas a tu alrededor?, ¿que ves?” “Veo dolor” – conteste – “¿que mas vez?” – me volvió a preguntar – “Tristeza, odio, rencor, envidia, celos, contiendas, malos deseos, lujuria…, son muchas cosas” – le respondí – “el corazón del hombre se a dejado llevar por los malos deseos de este mundo, y esto lo esta llevando a la destrucción; ni siquiera el que se hace llamar justo me busca, se han aferrado a sus emociones, al deseo descontrolado, llenando así sus vidas con una felicidad ficticia que no puede ser comparada con la verdadera felicidad, sus mentes están saturadas de maldad y si eso fuera poco sus hijos han dejado la tierna niñez, por los placeres de este mundo…” – me dijo –.

Al escuchar lo que me decía no podía contener las lágrimas; que al llegar a mi casa me senté a llorar en mi sofá, y le dije al Señor: “perdóname Señor, porque yo también he actuado indebidamente ante tu presencia, guarde rencor en mi corazón, deje que los celos, las murmuración y las contiendas destruyeran mi relación con los seres que amo a tal punto de lastimarlos, permití que el orgullo tomara el control en mi vida, y aun mas fui rebelde ante mis autoridades, permitiendo que la ira se extienda en mi corazón. Ayúdame… a poder servirte con dedicación”.

Al día siguiente observe al mundo con otros ojos, me dispuse a cambiar mi manera de pensar con relación a mi forma de ver la vida, de ser algo mas que un hombre; el de ser un varón de Dios.

Mi vida cambio aun mas con esta revelación que Dios había puesto en mi vida, ahora puedo amar a las personas que necesitan de él, de ayudar al mas necesitado, de extender la mamo para levantar al caído, de ser útil al servicio de mi Señor y de amarlo mucho mas, que la primera vez. Y todo esto comenzó en una noche especial.

Autor :

Miguel Garcia

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